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Blog de neptuno7023
01 de Agosto, 2010 · General

Un cuento de regalo

Un mueble viajero
La cómoda había sido comprada en una compraventa de la calle Paso de los Andes. Quien la miró, encantado con su diseño , le pareció que el dueño del negocio estaba un poco chiflado al tenerla encadenada a un poste de una galería interior.
Para sorpresa de Rubén Elespe el precio que le pidió el comerciante era por demás barato, de modo que sin dudar compró el mueble con el fin de decorar su casa de fin de semana en Potrerillos.
Con ayuda de uno de los empleados de la compraventa lo subió a su camioneta y se dispuso a llevarla a su destino. Pero cuando estaba por arrancar, el mismo empleado que lo había ayudado salió corriendo del negocio con las cadenas y un gran candado y le dijo
_Dice el patrón, que no se olvide de ponerle las cadenas
_ ¿Se la pueden robar?- preguntó irónico Rubén y después_ esto es una chifladura, ¿ me quiere vender también las cadenas y el candado?
_ No don, se las está regalando, porque le pueden hacer falta
_ En ese caso, gracias,¿ las podés colocar en la caja?
El empleado así lo hizo y luego lo ayudó a atar la cómoda con unas sogas que Rubén traía en su vehículo.
Así se fue Rubén hasta el corredor del Oeste para tomar la ruta a Potrerillos. Cuando llegó a la cabaña, fue a averiguar si uno de los muchachos de un vecino cercano lo podía ayudar a bajar y entrar el famoso mueble.
Cuando estuvo ubicado, en el ambiente se dedicó a abrir su cajones. No encontró nada en ellos
salvo papeles sin valor y polvo juntado en la galería donde había estado.
Una vez terminado su trámite, cerró con llave la puerta de la cabaña y subió a la camioneta emprendiendo la vuelta a la ciudad.
Pero, esa noche empezó el desbarajuste y las conjeturas por parte de los vecinos que se quedaban en las otras cabañas.
Al principio, pensaron que el dueño de la vivienda había regresado y estaba moviendo cosas. Pero el ruido era tanto que fueron a pedirle que dejara de hacerlo. Y ahí fue la sorpresa, la luz no estaba prendida ni la camioneta de Rubén Elespe estaba; así que optaron por buscar a la policía, pues pensaron que había ladrones en el interior.
Alertados los vecinos, comisionaron a uno de los jóvenes a que fuera a buscar a un agente al destacamento de la Ruta 7 y a buen recaudo y con un poco de temor miraban la casa en sombras, donde continuaban los ruidos.
Al buen rato llegó el móvil policial, del que descendieron dos agentes portando sendas linternas con las que alumbraron una de las ventanas y dijo uno de los uniformados:
_ Parece que no hay nadie, eso sí los muebles, sillas y la mesa del televisor están amontonados en la puerta. No sé como va a hacer para entrar el dueño o cómo hicieron para salir los ladrones.
_ Es cierto- agregó el otro policía- que había mirado alrededor de la cabaña y observado por otra de las ventana y continuó _ Adentro no hay nadie.
De todos modos, los ruidos cesaron por esa noche. Dada la índole del asunto un vecino que conocía el número de celular de Rubén, se dirigió al día siguiente a una zona con cobertura para comunicarle las novedades y expresarle los temores de los vecinos que habían comenzado a imaginar toda clase de explicaciones sobre lo sucedido.
A la siesta llegó Rubén. Cuando estacionó la camioneta, dos personas se le acercaron y le contaron lo que había pasado la noche anterior. Rubén no contestó nada, pero se acordó de la recomentación del negociante. Luego,cuando intentó abrir la puerta apenas si pudo dejar una pequeña luz. Entonces se acordó que una de las ventanas estaba mal cerrada así que acompañado por unos vecinos de los que se habían juntado para curiosear y con ayuda de una palanca pudo abrir la ventana y entró y con él dos muchachos que comedidos se ofrecieron a ayudarlo.
Entre los tres colocaron los muebles en su lugar, la cómoda permanecía quieta junto a la pared.
Después de agradecer la ayuda y clavar unas tablas del lado de adentro de la ventana forzada, se fue intrigado por lo que había pasado.

En las noches siguientes continuó lo mismo, ruidos y nadie adentro hasta que los vecinos se cansaron y se fueron a dormir. De todos modos los ruidos cada vez duraban menos.
Hasta que a la tercera noche, David, un chico de unos diez años, había salido al patio de su cabaña, cuando vio algo que le hizo restregarse los ojos .
¿Qué sucedía? La puerta de la cabaña de los ruidos se había abierto y por ella iban pasando los muebles encabezados por la cómoda, que movía acompasadamente sus patas en un balanceo, atrás las sillas y las banquetas como bailarinas en puntas de pie, también la mesa del televisor, sin nada arriba se alejaba por el camino. David, se asustó mucho y corrió contarles a sus padres que cansados lo retaron y mandaron a dormir.
La cuestión fue que a la mañana la puerta abierta de la cabaña mostraba su interior vacío pues hasta la mesa del comedor se había esfumado. Nadie podía entender lo que pasaba, sin embargo la teoría de que eran saqueadores fue la más aceptada y la que también dio la policía cuando el damnificado y su familia acudieron a contemplar semejante desastre.
A David, lo aleccionaron para que no contara lo que había visto o que decía haber visto, nadie quería tener más problemas. De modo que todo quedó ahí en otra denuncia por robo.
A todo esto ¿qué había sucedido con los muebles?, luego se supo que varias cosas, en una casa del camino alguien llamó a sus ocupantes para preguntarles si vendían los bártulos que estaban junto a su puerta y aquellos sorprendidos dijeron que no sabían de quien eran. Como no tenían lugar en la casa para entrarlos, pensaron buscar un camión para trasladarlos, pero al día siguiente la cómoda, las mesas y todo lo demás ya no estaba. Otro conductor juró que no volvería a beber fernet, cuando una fila de mesas y sillas cruzaba la ruta no dejándolo pasar.
Lo insólito del caso que durante el día, nadie avisaba de ninguna cómoda y otros enseres, deambulando por la ruta. Sino que eran como apariciones fantasmagóricas avanzando a lo largo del camino o descendiendo unas lomas no muy pronunciadas, y confundiéndose con el paisaje.
Todo duró un largo tiempo hasta que una noche los vecinos se sorprendieron al ver a una cómoda y otros muebles, llenos de tierra y ramas pujar por entrar nuevamente en la cabaña.
Cuando Rubén Elespe regresó, buscó las cadenas y ató a la cómoda a un parante del techo. La aventurera de nuestra historia pareció quedarse tranquila luego de su recorrida. Total, ya habría otro que no hiciera caso y se olvidara que los muebles se llaman así porque se mueven. Mario Páez

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publicado por neptuno7023 a las 18:04 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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